jueves, 7 de mayo de 2015

La inteligencia emocional

La inteligencia y la inteligencia emocional

Desde siempre hemos oído que el C.I. era determinante para saber si una persona tendría éxito en la vida, un test podría marcar el futuro de su éxito académico y profesional. Sin embargo, hace ya varios años que desde el ámbito empresarial se dieron cuenta de que son otras capacidades las necesarias para el éxito en la vida. Y esas no las medía ningún test de inteligencia.
Piense por un momento la importancia que las emociones tienen en nuestra vida cotidiana y rápidamente se dará cuenta de que la mayoría de las veces marcan todas nuestras decisiones casi sin percatarnos. ¿Compro su coche haciendo cálculos de rentabilidad? ¿Eligio su pareja porque objetivamente era la mejor opción? ¿Eligió su trabajo porque le ofrecía el mejor sueldo? La mayoría de nuestras decisiones están tintadas (si no dominadas) por las emociones.
Ante esto hay que admitir que hay gente con un dominio de su vida emocional mucho mayor que otra. Y es curioso ver qué poca correlación hay entre la Inteligencia clásica y la Inteligencia Emocional. Un caso extremo sería el típico ‘empollón’, que llevado al límite es una máquina intelectual pero con una vida emocional desastrosa. Por otro lado podemos encontrarnos con gente que no paso de la escuela primaria pero que llevan una vida exitosa y poseen una vida ordenada y envidiable. Estos casos extremos no son lo común, pero es necesario darse cuenta de que hay que prestar mayor atención a este tipo de habilidades que pueden marcar nuestra vida tanto o más que el C.I.
Componentes de la inteligencia emocional

Según Daniel Goleman los principales componentes de la inteligencia emocional son:
· Autoconocimiento emocional (o conciencia de uno mismo) : Se refiere al conocimiento de nuestras propias emociones y cómo nos afectan. En muy importante conocer el modo en el que nuestro estado de ánimo influye en nuestro comportamiento, cuáles son nuestras virtudes y nuestros puntos débiles. Nos sorprenderíamos al saber cuan poco sabemos de nosotros mismos.

· Autocontrol emocional (o autorregulación): El autocontrol nos permite no dejarnos llevar por los sentimientos del momento. Es saber reconocer que es pasajero en una crisis y qué perdura. Es posible que nos enfademos con nuestra pareja, pero si nos dejásemos siempre llevar por el calor del momento estaríamos continuamente actuando irresponsablemente y luego pidiendo perdón por ello.

· Automotivación: Dirigir las emociones hacia un objetivo nos permite mantener la motivación y fijar nuestra atención en las metas en lugar de en los obstáculos. En esto es necesaria cierta dosis de optimismo e iniciativa, de forma que seamos emprendedores y actuemos de forma positiva ante los contratiempos.

· Reconocimiento de emociones ajenas (o empatía): Las relaciones sociales se basan muchas veces en saber interpretar las señales que los demás emiten de forma inconsciente y que a menudo son no verbales. El reconocer las emociones ajenas, aquello que los demás sienten y que se puede expresar por la expresión de la cara, por un gesto, por una mala contestación, nos puede ayudar a establecer lazos más reales y duraderos con las personas de nuestro entorno. No en vano, el reconocer las emociones ajenas es el primer paso para entenderlas e identificarnos con ellas.

· Relaciones interpersonales (o habilidades sociales): Cualquiera puede darse cuenta de que una buena relación con los demás es una de las cosas más importantes para nuestras vidas y para nuestro trabajo. Y no solo tratar a los que nos parecen simpáticos, a nuestros amigos, a nuestra familia. Sino saber tratar también exitosamente con aquellos que están en una posición superior, con nuestros jefes, con nuestros enemigos...

La inteligencia emocional en el trabajo

Actualmente son muchas las empresas que están invirtiendo mucho dinero en formar a sus trabajadores en Inteligencia Emocional. Y esto es así porque se han dado cuenta de que la clave del éxito, la clave de las ventas, está en el grado en el que los trabajadores de una empresa conozcan y controlen sus emociones y sepan reconocer los sentimientos de los clientes.
Imaginen el caso de un vendedor que no tuviera habilidades de trato con el público, un empresario sin motivación por su empresa o un negociador sin autocontrol. A estas personas un Máster en Harvard no les servirá de nada, porque tardarán poco el echar a perder su trabajo por un mal conocimiento de sus emociones.
Tengan en cuenta que en las selecciones de personal se tiende cada vez más a poner al candidato en situaciones incomodas o estresantes para ver su reacción. Los tiempos del simple test y currículum pasaron a la historia, puesto que es necesario ver cómo reacciona el individuo ante las situaciones clave que se encontrará en su trabajo.



Fuente: Psicología online, ''La inteligencia emocional''. Recuperado el 6 de marzo de 2015, http://www.psicologia-online.com/autoayuda/iemocional/index.shtml.
Imagen: Extraída de Google



martes, 5 de mayo de 2015

La inteligencia que necesitamos

Howard Gardner, uno de los 100 intelectuales más influyentes del mundo y Premio Príncipe de Asturias, nos enseñó que cada persona posee, además de la inteligencia cognitiva, otro tipos de inteligencias que nos ayudan en aspectos tan necesarios como la generación de nuevas ideas y la capacidad de crear, la posibilidad de llegar a acuerdos, o lograr la confianza en uno mismo y en los demás. Son las que conocemos, entre otras, como inteligencia emocional, inteligencia social e inteligencia creativa.

La inteligencia emocional es una inteligencia que es decisiva, sobre todo, para desarrollar algunas de las actitudes, capacidades y habilidades que los españoles necesitamos en estos momentos tan cruciales de nuestra historia. La gestión adecuada de nuestras emociones nos permite ser más creativos e innovadores, siendo capaces de superar el miedo a la crítica o al fracaso; o en nuestra capacidad de crear confianza, o de ponernos en el lugar del otro para entenderle mejor y descubrir qué nos une a él más allá de las diferencias; o para solucionar los conflictos sin violencia y de forma constructiva; o para aprovechar la fuerza que tienen emociones como la frustración.

Sabemos que existe, sabemos que la necesitamos más que nunca y sabemos cómo desarrollarla, así que tenemos la oportunidad de enfrentar todos los retos formativos y educativos que cada uno de nosotros tenga por delante de una forma nueva, más inteligente. Pensando en una formación que incluya los aspectos cognitivos, pero también los emocionales, sociales y creativos. Sabiendo que, para nuestro futuro, incluso más importante que lo que sabemos es cómo usamos nuestras emociones para buscar y encontrar soluciones y nuevas formas de afrontar los retos.

Por otro lado, la educación de las emociones no es un lujo. Es una necesidad imperiosa que tenemos que afrontar desde las primeras etapas del sistema educativo. Si hacemos ahora esa apuesta en nuestro país, habrá más posibilidades de que los ciudadanos sean personas sanas y equilibradas, menos agresivas y más solidarias, con iniciativa, creatividad y liderazgo. En definitiva, necesitamos una escuela más abierta que potencie la inteligencia emocional, social y creativa con el humilde, y a la vez tan humano, propósito de aprender a convivir y ser felices.

En definitiva, la inteligencia emocional es el tipo de inteligencia que necesitamos desarrollar para ser más creativos, para entendernos mejor unos a otros, para generar confianza y para atrevernos a buscar nuevas formas de hacer las cosas.



Fuente: Fernández-Berrocal, Pablo (26 noviembre 2013), ''La inteligencia emocional''. El país; http://elpais.com/elpais/2013/11/18/opinion/1384787014_634340.html
Imágen: Extraída de Google

domingo, 3 de mayo de 2015

Las emociones: el motor de nuestra vida

Muchas veces no nos paramos a pensar que las emociones están presentes en cada minuto de nuestras vidas: desde que empieza el día, experimentamos sensaciones, momentos que nos hacen sentir bien, situaciones desagradables… y, en todos esos instantes, nuestras emociones dominan nuestro cuerpo y nuestra mente, aunque a veces no nos demos o no queramos darnos cuenta.

Es por ello que debemos aprender a convivir con nuestras emociones para así, poder convivir mejor con nosotros mismos. A este concepto de satisfacción con nuestras emociones se le conoce como salud emocional. Según la OMS, “la salud emocional se define como un estado de bienestar en el cual el individuo es consciente de sus propias capacidades, puede afrontar las tensiones normales de la vida, puede trabajar de forma productiva y fructífera y es capaz de hacer una contribución con su comunidad”.

Es decir, nuestro bienestar personal está íntimamente relacionado con nuestra capacidad para conocer nuestras propias emociones y saber dirigirlas, con el fin de vivir de una forma positiva de acuerdo a la vida que deseamos.


Así pues, y para conseguir nuestro principal objetivo en la vida, ser felices, es necesario saber autogestionar dichas emociones, para convertirnos así en los “líderes” de nuestro proyecto de vida: saber enfrentarnos a situaciones negativas y conocer estrategias que posibiliten que, de esta situación, podamos aprender y estimularnos con emociones positivas nos harán construir poco a poco nuestro bienestar.  

A continuación, les ofrecemos un documental emitido en “La 2 de Televisión Española” en el que nos dan pautas para aprender a gestionar nuestras emociones y los beneficios que trae consigo hacerlo:


Fuente: Gestión de las emociones; http://www.uab.cat/web/conoce-la-uab-cei/campus-sis/gestion-de-las-emociones-1345668503075.html; acceso a recurso web el día 3 de mayo de 2015.
Imagen: Imagen extraída de Google Imágenes